jueves, 7 de enero de 2010

Peregrinos duermen en el atrio.

Por: Aarón Estrada.

Unos por gusto, otros por manda, pero todos con fe, en estas fechas el templo de los Tres Reyes de Cajititlán recibe a decenas de peregrinos en una tradición que se transmite por generaciones.

Son decenas, aunque antes “no cabíamos aquí”, afirma la que tal vez es una de las mujeres que ha dormido más veces en el atrio del templo de los Tres Reyes de Cajititlán. Sentada en un pequeño banco, con algunos suéteres y rebozo, mirando hacía la cruz encontramos a Micaela Celso, madre y abuela de 58 años de edad, quien desde hace 30, peregrima para amanecer en el atrio de los Santos Reyes en su día.

Micaela tiene un problema en sus piernas debido a la diabetes que padece desde hace 4 años, es ello lo que ahora la impulsa para venir cada 6 de enero a Cajititlán. “Yo les he pedido con tanta fe, que me quite la dolencia de mis pies y gracias a ellos se me ha quitado un poco”, asegura.

Este señora nacida en la comunidad de Amatitlán, en el estado de Guerrero, avecindada desde hace 38 años en la colonia Lomas del Cuatro en Tlaquepaque, es una de las tantas que año tras año vienen y acampan con lonas, catres y un par de cobijas en los alrededores del templo de los Tres Reyes de Cajititlán.

Micaela asegura que conoció a los patronos de Cajititlán porque “Mis suegros cada año venían y me trajeron una vez, me gusto mucho y es por ello que cada año venimos”. Antes el trayecto lo hacía en bicicleta, en conjunto con su hijo mayor y su esposo, ahora debido a su edad y su enfermedad, su hijo la lleva en carro.
Así como Micaela afirma que en este año “hay menos gente que en otros”, de la misma manera coincide Julián Pineda Rodríguez, asegurando que “casi no viene gente, antes se llenaba todo esto, como que ya no les agrada muy bien”, quien tienen más de 8 años durmiendo en el atrio durante el novenario de los patronos del pueblo ribereño. La familia Pineda Valadez al igual que la vecina de Tlaquepaque llegaron desde el pasado lunes, sólo que ellos lo hicieron como tradicionalmente se hace, a pie, desde la colonia Esperanza de Santa Cruz del Valle delegación de Tlajomulco de Zúñiga.

“Siempre acampamos aquí, cuando no es en un costado de la puerta principal del templo nos quedamos a un ladito en el arbolito”, describe don Julián que trabaja como velador de uno de los tantos fraccionamientos nuevos que se ubican en la zona del valle que se encuentra a un costado de la torre. Don Julián y doña Teresa, acompañado de sus cuatro hijos, hacen tres horas de camino. A veces parte en la mañana, otras ocasiones lo han hecho en la tarde y una vez lo hicieron por la noche, tal como lo narra doña Teresa, fue ese día cuando “escuchamos que los magos murmuraban por un camino”, con comentó “Una vez nos íbamos ir a un pozo, ellos nos mostraron el camino, es que no sabíamos el camino cuando nos cambiamos de La Calera a Santa Cruz, pero ellos nos dirigieron antes de caer a lo que después vimos que era un pozo muy grande”.

Agregando don Julián “No nos caímos porque oímos a personas por otro camino, salimos a esa brecha y no vimos a nadie, pero ese camino fue el que nos trajo hasta acá, con ellos”.
Una vez estando en Cajititlán, para la familia Pineda Valadez los días transcurren muy rápido, el frío no importa mucho “aunque siempre sí pega un poco”, comen lo que pueden con el poco dinero que junta don Julián, “algo, chicharrones o queso”. Así como ellos dicen, son cada vez más pocos los que vienen a pie y se instalan el resto del novenario en el atrio.

Aunque los cascabeles y los tambores no paran por las calles y en el templo, decenas de personas que instalan sus casas de acampar y muchas otras en catres o sólo con cobijas duermen en en atrio. Las historias que se pueden encontrar de los peregrinos son muchas, como el caso de Arturo Virramontes, de 32 años de edad quien viene desde Encarnación de Díaz, Jalisco y padece alguna capacidad especial, él pide dinero en la entrada del templo para poder sobrevivir esos días en Cajititlán, dice haber enterrado a su mamá la pasada noche buena, pero pide a los Santos Reyes que “me ayuden”.

Arturo, Micaela, la familia Pineda Valadez, así como decenas de familias más, la noche fría del 5 de enero disfrutaron de la pastorela que viene de San Miguel de la Paz, municipio de Jamay, que tiene más de 60 años presentándose todas las noches del 5 de enero, integrada por 27 personas, en esta ocasión ya con la oscuridad de las noches de invierno presentaron entre la decena de peregrinos los “7 vicios”.

“Es una tradición, cada año venimos aquí, antes los hacían nuestros padres, ahora lo hacemos nosotros, mañana lo harán nuestros hijos”, dijo Galindo Velasco el mayor de los pastores, mientras se acomodaba su vestuario y Arturo le pedía un par de monedas para cenar algo.

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