sábado, 17 de marzo de 2012

El gran negocio de las máquinas de azar (Parte 2)


Mal informados

Nos entrevistamos con al menos 20 pequeños comerciantes que actualmente cuentan con una máquina de azar en su negocio, en Santa Fe, San Sebastián, San Agustín y Santa Cruz de las Flores, pero ninguno de ellos manifestó tener conocimiento de que dejarlas operar en sus comercios implica participar en un delito. Se les preguntó ¿Cuando le dejaron la máquina de azar le informaron que pudiera tener problemas?

Sus respuestas fueron muy variadas, “Sí he sabido que las recogen, pero no he sabido que los multen ni me han informado nada”, “Según eso están prohibidas pero todo mundo las tiene, por aquí pasa todos los días el delegado y nunca me ha dicho nada”, “Esta que tengo yo, no tiene ningún problema, tiene su holograma de que está pagando impuestos”, “Sí sé que está mal, pero tengo que hacer la luchita para sacar la papa porque la cosa está muy dura, oye, si el gobierno se hace de la vista gorda, pues uno también”.

Por Mario G. León

De quién son

Ninguno de los entrevistados reveló el nombre completo de la persona que les dejó las máquinas, “Sé que se llama José, pero no sé más, me dejó un teléfono celular para llamarle por si me daba algún problema, pero lo cambia a cada rato, la última vez que vino nos dejó el nuevo, pero ahorita no sé donde lo dejé”; en varias tiendas coincidieron en el nombre, el teléfono nos lo proporcionaron en dos de ellas, pero los dos, “han sido cambiados o se encuentran temporalmente suspendidos”.

Al parecer, personal del ayuntamiento sí los conoce, pues en una tienda de San Sebastián, que no tenía máquina tragamonedas, les preguntamos si no habían ido a ofrecerles y nos contestaron, “Ya tuvimos un tiempo pero se la llevaron los del ayuntamiento hace como un año, el día que vinieron apenitas se acababa de ir el dueño y luego luego le marcamos, estuvo platicando con ellos (los del ayuntamiento) y les decía que por qué se la llevaban si él acababa de pagarle a su jefe para que no lo molestaran, pero nunca dijo el nombre de quién le había pagado. De todos modos se la llevaron y le entregaron un papel al dueño para que fuera a reclamarla, el señor quedó de traerme otra después, pero ya nunca regresó”.

Funcionarios involucrados

A pesar de no haber obtenido nombres específicos, las declaraciones de los comerciantes en las diferentes localidades que hicimos la investigación, coinciden en que los dueños se arreglan con los del ayuntamiento para no ser molestados. La mayoría de las máquinas ostentan un etiqueta roja con la palabra manzana, un folio y el dibujo de una manzana, que según los dueños, es el “holograma” que les dan para reconocer las que sí pagan de las que no. Una comerciante en San Sebastián nos comentó, “Ya le dije al dueño que me traiga una con holograma, yo no quiero tener problemas”.

San Agustín fue un caso particular, ahí todos los locatarios coincidieron en que no tendrán problemas, uno de ellos argumentó, “Sí he sabido por el periódico que las recogen, pero en otros lados, aquí no (en San Agustín), según me dijeron que porque aquí vive uno de los meros meros que se encarga de eso y nos conoce a todos”; otro fue más nos expuso, “Me dijo el que me la trajo (la máquina) que la había recogido en San Sebas y era del que la recogió, ni modo que él solito se la quite”.

Sin evidencias

Es importante señalar que ninguna de las declaraciones pudo ser comprobada, pues en ningún caso se les entregó algún documento a los comerciantes, ni siquiera tuvieron que firmar alguna responsiva por el equipo, como lo hacen todos los proveedores hasta por los exhibidores de papitas.

Desde el punto de vista de uno de los locatarios, la prohibición o permiso para que este tipo de máquinas prohibidas por la ley federal, tiene mucho que ver con los ayuntamientos, “Hace mucho tuve una, pero me la quitaron en cuanto entró Tatengo y no me habían traído otra, hasta apenas ahorita, porque esté ayuntamiento sí nos deja trabajar”.

Quienes fabrican y distribuyen estas máquinas de azar, saben de las implicaciones que tiene hacerlo y cuidan de no dejar evidencia que los vincule a ellas, dejando la responsabilidad al comerciante, que movido tanto por la necesidad como por la ambición y el desconocimiento de la ley, aceptan instalarlas en sus negocios, poniendo en riesgo su patrimonio, pues cuando surjan los problemas jamás darán la cara los verdaderos dueños, sabedores que pueden terminar en la cárcel, tal como lo marca la Ley Federal de Juegos y Sorteos.

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