Cada fin de semana, Cajititlán
demuestra por qué es el destino turístico más importante de Tlajomulco, cientos
de familias acuden a su plaza, a su malecón y por supuesto, a su laguna.
Bebidas, comidas, bellas postales
y diversos atractivos musicales, culturales y artesanales, le dan vida a uno de
los poblados más emblemáticos del Municipio, pero este es el Cajititlán que
conocemos, aquel que en ocasiones pensamos que podría ser considerado un pueblo
mágico y el ícono del turismo en el Municipio.
A varios metros del nuevo
malecón, el panorama es distinto, las postales no son dignas de un concurso de
fotografía que invite al turismo, la imagen que se puede apreciar en estos
rincones es de abandono, descuido y
desatención.
Hay fincas que fueron construidas
en el límite de la laguna, otras más se edificaron sobre ella como si sus
propietarios buscaran aprovechar cada centímetro de tierra para dar mayor
amplitud a la vivienda.
La manera de acceder a la laguna
es a través de callejones, algunos, fueron utilizados como embarcaderos pero ya
no más, ahora estos puntos parecen olvidados por el hombre.
El aroma no es lo más agradable,
cada bocanada de aire lleva consigo una mezcla de pescado muerto que quedó
varado en la orilla o atorado en alguna red, basura, gasolina quemada por el
motor de las lanchas y ese peculiar olor que despide el agua de la laguna.
Junto a la orilla, un perro flaco
busca algo para comer, camina entre un par de lanchas inservibles y algunos
envases de plástico que al parecer el agua arrastró hasta ese punto, luego de
unos minutos de constante olfateo el cuadrúpedo se rinde, en ese lugar no hay
comida.
Tampoco hay personas que le dejen
las sobras de lo que prepararon, sin embargo, el perro se queda tirado junto a
la orilla y parece contemplar el oleaje, su esquelético cuerpo rodeado de
basura, son la muestra física del otro Cajititlán, el que se encuentra lejos de
la gente, de los reflectores, del cuidado y la atención, pero que está ahí.
Años atrás estos callejones eran
utilizados por familias que les visitaban, “Los
niños se metían a bañar a la laguna y nosotros hacíamos carne asada”,
mencionó Rubén, un vecino del municipio de Guadalajara que dijo haber ido a
Cajititlán en 1992 por primera vez.
Rubén siguió visitando la laguna
regularmente los años siguientes, ahora no son los hijos quienes lo acompañan,
sino los nietos, aunque a ellos no les tocó el mismo atractivo de Cajititlán, “No, no me animo a meterlos a bañar (a la
laguna), el agua se puso fea y hay mucha enredadera, no me da confianza”.
Tras veinte años de visitar el
pueblo, Rubén y su familia conocen varios de sus rincones, con excepción de
uno, el malecón, de acuerdo a este visitante, la obra magna del Gobierno
Municipal en 2011, no le llama la atención, “No
me gusta porque siempre había mucha gente, me imagino que ahora hay más,
preferimos algo más tranquilo”.
A su vez, este hombre lamentó que
los espacios que hace años visitaba, ahora se vean reducidos, “Ya no es como antes, ahora le tenemos que
buscar, ya han invadido muchos lugares y quedan pocos en los que se puede venir
con la familia”.
Cajititlán es un pueblo cuyo
atractivo natural busca ser explotado en algunos puntos y luce desatendido en
muchos otros, pero no es una desatención que recaiga en el Gobierno en su
totalidad, sino que se comparte con aquellos que visitan, quienes contribuyen a
ensuciar y dañar su imagen, así como en los que le habitan y han dejado que su
belleza se concentre en unos puntos, y en otros, simplemente se pierda.
En estos espacio no con bras de remozamiento va a lograrse conformar un sitio turístico sustentable, pues esa obras, deben de ir acompañadas de otros programas emanados de las necesidades y oportunidades para turistas y sobre rodo para los habitantes de Cajititlan. Y no de su "Presupuesto participativo" que mas vien es Dirijido o impositivo, o acaso los ciudadanos establecen que obrasnecesitan y luego votan
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