Atienden actualmente a 34 menores, pero necesitan mayor apoyo |
Un gran esfuerzo se realiza en
la Casa Formativa y de Asistencia Social San José María Robles A.C. establecida
en San Miguel Cuyutlán, donde se atiende a 34 menores víctimas del desamparo,
violencia o disgregación familiar. Sin embargo, la escasa ayuda que reciben es
evidente, por lo que apenas consiguen su diaria supervivencia.
Ubicada en una superficie de
1,900 metros cuadrados y bajo el cargo de Gil García Mosqueda, la Casa
Formativa alberga a niños de 4 a 14 años de edad, quienes han sido canalizados
de las Procuradurías Estatal y Municipal, del Consejo Estatal y de algunas
familias; actualmente, debido a las carencias que enfrentan, no se aceptan
niñas.
Por Jorge López
Los chicos también practican
deportes y reciben catecismo tres días a la semana, pero a la casa le falta
infraestructura para su mejor desarrollo y para recibir talleres de
computación, carpintería, artesanales, entre otros.
Son siete las personas que
colaboran en cocina, lavandería, mantenimiento y en disciplina, dijo Gil, quien
también reconoció la ayuda recibida por parte de servicios médicos municipales,
ya que cada mes asisten dos doctores, un dentista y dos psicólogos, a brindarle
atención a los chicos. De igual forma, reciben ayuda de algunos particulares,
comerciantes y del Banco Diocesano, así como
de vecinos de Jocotepec que les dan ayuda en especie.
Hacen falta dormitorios, para
poder recibir más menores, ya que ante las carencias se han visto en la
necesidad de rechazar aproximadamente a 20, por lo que a través de este medio
de comunicación, invitan a la sociedad en general e instituciones oficiales a
colaborar en la posibilidad de mejorar la vida de quienes se encuentra en esta
casa hogar, misma que inició operaciones hace tres años.
Gil recibió la casa en obra
negra, pero con trabajo y esfuerzo de un grupo de personas ha venido formando
un hogar para estos niños, sin embargo, es indispensable más ayuda, ya que sólo
por concepto de renta pagan 13 mil pesos al mes, además de luz, agua, teléfono
y medicinas, de las cuales algunas no se han podido comprar por falta de
recursos económicos, pero que son indispensables, principalmente para un menor
que padece ataques epilépticos, así como otros gastos que se necesitan cubrir.
Finalmente, Gil asegura que
con ayuda divina han logrados salir adelante y así lo seguirán haciendo, “Los problemas no son los niños, son los
padres, quienes en ocasiones, por adicciones o porque padre y madre trabajan,
no atienden a los menores, otros creen que a golpes van a educarlos y unos más
los consideran como un estorbo y los mandan a la calle, lo que es lamentable y
reprobable”.
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