Cada persona tiene una peculiar manera de recordar a los que ya partieron |
Muchos aseguran que para
conocer la cultura de un pueblo es necesario visitar sus plazas, iglesias y
panteones.
En Tlajomulco, en cuanto a
panteones se refiere, existen 16 en todo el Municipio, cada uno con algo que lo
caracteriza y lo hace único, tal es el caso del cementerio de la cabecera
municipal y sus leyendas sobre la presencia de Nahuales.
En Cajititlán es complicado
caminar dentro del campo santo, debido a la gran cantidad de criptas y lo
cercano que están unas de otras; Y qué decir del panteón de San Juan
Evangelista, donde las tumbas forman parte del atrio de un templo que fue
edificado por franciscanos a mediados del siglo pasado.
Por Víctor Hugo Ornelas /
Mario G. León
Algunos otros ponen el mayor
empeño y presupuesto posible en arreglar la tumba de sus seres amados, algunos
las llenan con flores, otros les colocan catrinas, fotografías o les llevan la
música que preferían, mientras limpian sus sepulturas. Pero si existe una
historia que llama la atención en el territorio municipal es la de Nicxia
Guadalupe, que tiene lugar en el cementerio del Zapote, su tumba, es
inconfundible y cada persona que acude a este panteón la conoce.
Entre lápidas y algunas
capillas se encuentra una pequeña casa, con medidas aproximadas a los nueve
metros cuadrados, en el interior, hay una cama, una repisa y un pequeño tocador
que son acompañados por algunas muñecas y peluches, así era el cuarto de Nicxia
cuando tenía nueve años. Sara García, la madre de esta pequeña que ya descansa
en paz, desde hace diez años no deja de visitarla, al igual que su familia, sin
embargo, para el día de muertos preparan algo especial, desde el día 30 de
octubre hacen labores de limpieza, cambian la fachada de la casa y le renuevan
la pintura, el año anterior era morada, esta vez la cubrieron con tonos beige y
amarillo ocre.
La señora Sara le llevó
también un juguete nuevo a su hija, en ocasiones se da cuenta que falta alguno
de los que ya tenía, pero sabe que lo encontrará en alguna otra tumba del
panteón, “A veces se los llevan, luego vemos los peluches en otras tumbas”,
comenta. Mientras limpia, platica con su hija, le arregla la cama, le acomoda
los juguetes y la recuerda con mucho amor; el día dos de noviembre lo pasa
completo junto a Nicxia, Sara arriba al cementerio alrededor de las diez de la
mañana y termina los últimos detalles, coloca algunas figuras de princesas,
hace algunas flores con papel de china y con la ayuda de aserrín pintado en
color verde asemeja un jardín.
Toda la familia la acompaña,
hermanos, tíos y primos de la niña, pasan el día en su última morada; y aunque
no fuera de esta manera, Nicxia nunca está realmente sola, algunos niños que
acuden al panteón la visitan, Sara no tiene problema en que los pequeños entren
a la casita, algunos no la conocieron, pero aun así le sonríen, tampoco falta
quien le deje una flor o sólo acuda a ver su tumba, que en estos días, se llena
de colorido y alegría, porque los que aún están aquí no la olvidan, la visitan,
acompañan y recuerdan con cariño a la pequeña Nicxia.
Cada persona lleva en su corazón
una historia de aquellos que ya fallecieron y los acompañaron durante su
recorrido por esta vida, cada uno tiene una peculiar manera de recordar a su
ser querido, acompañándolo, algunos le sonríen, otros les lloran, algunos le
ofrecen una misa, otros más les cantan... en fin, en nuestro Municipio, así es
el día de muertos.
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