Sus integrantes se desarrollan entre las drogas, el crimen, la violencia y discriminación |
El pandillerismo se encuentra en nuestras
calles, se plasma en los muros de nuestras casas y afecta parte de nuestra vida
cotidiana, sin embargo, forma parte de nuestra sociedad, que poco sabe sobre la
vida de aquellos niños, jóvenes, hombres y mujeres que integran las pandillas.
Para quienes lo conforman, el pandillerismo es
un estilo de vida en el que algunos se han desarrollado desde pequeños, la
manera de vestir y de expresarse son características que los han ido
identificando, llegando a ser elementos que en ocasiones son juzgados por la
sociedad a la que ellos se sienten ajenos.
Una pandilla de Chulavista, que cuenta con
alrededor de 90 integrantes accedió a dejarnos entrar a su grupo y compartir
con los lectores de este semanario las prácticas que realizan y el por qué las
hacen, a quienes nos referiremos para identificarlos en esta nota como, “El
Pelón”, “Punky”, “El Pearcing”, “Mata”, “El Kitty” y “El Tundra”.
Por Noemí Figueroa
Plasmar grafiti en bardas es una forma de
expresión para ellos, la cual nombran “Marcar Territorio”, para esto
normalmente utilizan latas de pintura en aerosol, “Nosotros pintamos placas (marcas o símbolos) que nos distingan, que
indiquen quiénes somos, esto para otros barrios (pandillas) significa que si
las ven es porque están en nuestros territorios y deben alejarse”, señaló
uno de los jóvenes.
Explicaron que el grafiti no sólo se basa en
plasmar simples marcas, sino que en ocasiones solicitan permiso a los dueños de
algunas propiedades para crear extensos murales en sus bardas, “Cuando hacemos arte en las bardas usamos
pintura en aerosol y crayones principalmente,
primero vemos qué es lo que vamos a pintar y lo dibujamos en un
cuaderno, en esto andamos invirtiendo como 600 pesos mínimo, todo depende del
tamaño de la barda y del dibujo que sea”, dijo “El Mata”.
Los tatuajes son otro de los elementos
utilizados para identificarse, aunque no todos los integrantes necesariamente
se ponen alguno por pertenecer a la pandilla, simplemente, es una especie de
moda que se da con mayor frecuencia en estos grupos, “Algunos de los tatuajes sí tienen significado, otros son para causar
miedo o para intimidar, en mi caso sí me arrepiento de haberme puesto algunos”,
mencionó “el Kitty” que mostró una virgen de Guadalupe que le cubre parte
de la espalda.
Entre
las adicciones y las riñas
Una pandilla está conformada por siete o más
personas, según expresaron los entrevistados, “Nosotros ahorita de los que estamos a diario aquí somos como 15, pero
ya cuando hay broncas (peleas) nos juntamos todos y somos como 80 ó 100”.
En ocasiones los jóvenes que desean formar
parte de alguna pandilla son sometidos a pruebas en lo que se puede considerar
la iniciación, otros grupos omiten éste paso, “Para ser parte de nosotros no ocupas hacer nada, pero otros te piden
que te pegues un brinke (riña) con los de la otra banda (…), a veces son más de
diez contra uno solo y los han matado”, declararon.
La edad no representa una limitante para
ingresar a este ámbito, la pandilla entrevistada tiene integrantes que van
desde los 11 hasta los 40 años, “Aquél
que trae la mona (Trozo de tela impregnado de algún producto químico inhalante
como tiner) en la mano tiene 13 años, pero ya hace como 2 años que empezó”, mencionó
“el Pearcing”, señalando a un adolescente que se drogaba sentado junto a la
puerta de la casa donde se reúnen.
El consumo de drogas y alcohol son algo
cotidiano para ellos, “Cuando yo empecé a
consumir drogas apenas tenía 8 años, mis papás no me decían nada porque ellos
hacían lo mismo, se puede decir que yo nací pandillero, pero para esto no hay
edad (…), ahora que ya estoy grande me doy cuenta de que desperdicié mucho
tiempo de mi vida”, declaro el “Punky” quien actualmente tiene 32 años de
edad.
Los tipos de narcóticos que son más comunes en
el consumo de una pandilla son el tiner y la marihuana, en base a su
experiencia como consumidores, los de este grupo comentaron que les provocan
diferentes reacciones, “Todo depende de
qué tan débil sea tu cuerpo, unos alucinan y otros se alteran mucho o se
relajan de más, pero eso se calma comiendo algo”.
De la
escuela a los centros de rehabilitación y prisiones
La falta de atención de los padres hacia los
hijos, y el desinterés de los jóvenes por la escuela, son algunos de los
factores que los inducen al pandillerismo, “Yo
la verdad me pinteaba las clases por andar con mis compas (amigos) hasta que me
corrieron, era muy aburrido ir a la escuela”, señaló “El Pelón”.
Otros más agregaron que el ámbito en el que
crecieron influyó bastante, “Hemos
crecido entre la delincuencia y las drogas y pues esto era como un ejemplo para
nosotros, también depende de la educación que te den en tu casa, la mía fue
buena, pero eso a mí no me importó, decidí tomar este camino”.
Para los integrantes de pandillas, es común que
las paredes de las aulas se reemplacen por largas temporadas de interinato en
centros de rehabilitación, o en ocasiones la celda de alguna prisión, ya sea por cometer algún delito, por
ser incriminados y hasta por error, éstas son sólo algunas consecuencias por
formar parte de una pandilla.
“El pelón”, quien ya pasó por una prisión
señaló, “Yo estuve tres años en la
cárcel, hasta eso que no me fue tan mal, pues creo vivía mejor haya adentro,
aunque eso sí, ahí si la haces la pagas, si no te metes con nadie, nadie te
hace nada”, pero además del arraigo padeció la indiferencia de sus seres
queridos, “Mi familia, ellos no hicieron
nada”.
Por otra parte, aquellos que han sido
internados en centros de rehabilitación, tuvieron diferentes opiniones, “Muchos dicen que los tratan mal, que los
golpean, pero para mí no fue así, me trataban muy bien, aparte te sientes
identificado, como en tu espacio, por que todos han pasado por lo mismo que tú”,
incluso, cabe mencionar, que muchas de las casas de rehabilitación son
habilitadas por ex pandilleros o drogadictos que no quieren “Que otros vivan lo mismo que vive uno en las
pandillas”.
La vida
en las calles
La mayor actividad de las pandillas se da una
vez que llega la noche entre robos, grafiti, riñas y drogadicción, que son de
las actividades más comunes que realizan y son también las que les generan
mayor problema, tanto personal como socialmente y por supuesto, con las
autoridades, “Las patrullas nos han
correteado, algunos vecinos nos han apedreado, o si nos topamos con otra
pandilla pues ya se arma el brinke”.
Al formar parte de una pandilla, conseguir
trabajo se convierte en una tarea sumamente complicada, pues aunque ellos
quieran integrarse en alguna empresa, los principales obstáculos son su nivel
de escolaridad, que por lo general sólo llega a la primaria o secundaria.
Además, la apariencia, sus tatuajes, su forma
de hablar o de vestir se convierten en otro impedimento, “Yo trabajo de albañil, para eso no te ponen peros”, dijo “el
Punky”. En tanto que “el Pearcing” dijo haber corrido con mejor suerte, pues lo
contrataron como cobrador en una empresa, aunque para ello le pidieron cortar
su cabello, cubrir sus tatuajes, mejorar su forma de vestir y quitarse los
aretes y pearcing que acostumbra usar.
Quienes no consiguen colocarse en algún empleo,
recurren a la delincuencia para obtener recursos, principalmente para adquirir
la droga que consumen, pero también para cosas tan básicas como alimento o
vestido, “Ahora sí que lo que me caiga,
si es trabajo pues trabajo, si es robar, pues robar”, añadió otro de los
entrevistados.
En otros casos, las cosas se van a los
extremos, las pandillas pueden resultar insuficientes para sus integrantes y
son reclutados por células del crimen organizado, “Nos da pesar que algunos que crecieron con nosotros ahora matan gente
por mil o mil 200 pesos, son como sicarios mal pagados”, concluyó “el
Pearcing”.
Incorporarse a una pandilla ha sido decisión de
algunos, para otros una opción para sentirse integrados en algún grupo social o
para escapar de las presiones de la vida diaria. Para ellos, la pandilla a la
que pertenecen, es el equivalente a la familia para cualquiera de sus
integrantes, la defienden y se cobijan a través de ella por igual.
Los llamados pandilleros se dicen conscientes de
lo que forman y el papel que desempeñan dentro de la sociedad, no buscan
aceptación pues para ellos ser pandillero es sinónimo de ser rechazado, los que
no logran tener una vida productiva, bien pueden terminar en la cárcel, en un
centro de rehabilitación, incluso muertos sobre el asfalto de alguna calle en
la que pasaron la mayor parte de sus vidas.
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