viernes, 2 de noviembre de 2012

Pandillerismo, un estilo de vida

Sus integrantes se desarrollan entre las drogas, el crimen,
la violencia y discriminación


El pandillerismo se encuentra en nuestras calles, se plasma en los muros de nuestras casas y afecta parte de nuestra vida cotidiana, sin embargo, forma parte de nuestra sociedad, que poco sabe sobre la vida de aquellos niños, jóvenes, hombres y mujeres que integran las pandillas.

Para quienes lo conforman, el pandillerismo es un estilo de vida en el que algunos se han desarrollado desde pequeños, la manera de vestir y de expresarse son características que los han ido identificando, llegando a ser elementos que en ocasiones son juzgados por la sociedad a la que ellos se sienten ajenos.

Una pandilla de Chulavista, que cuenta con alrededor de 90 integrantes accedió a dejarnos entrar a su grupo y compartir con los lectores de este semanario las prácticas que realizan y el por qué las hacen, a quienes nos referiremos para identificarlos en esta nota como, “El Pelón”, “Punky”, “El Pearcing”, “Mata”, “El Kitty” y “El Tundra”.

Por Noemí Figueroa

El grafiti y los símbolos de los pandilleros

Plasmar grafiti en bardas es una forma de expresión para ellos, la cual nombran “Marcar Territorio”, para esto normalmente utilizan latas de pintura en aerosol, “Nosotros pintamos placas (marcas o símbolos) que nos distingan, que indiquen quiénes somos, esto para otros barrios (pandillas) significa que si las ven es porque están en nuestros territorios y deben alejarse”, señaló uno de los jóvenes.

Explicaron que el grafiti no sólo se basa en plasmar simples marcas, sino que en ocasiones solicitan permiso a los dueños de algunas propiedades para crear extensos murales en sus bardas, “Cuando hacemos arte en las bardas usamos pintura en aerosol y crayones principalmente,  primero vemos qué es lo que vamos a pintar y lo dibujamos en un cuaderno, en esto andamos invirtiendo como 600 pesos mínimo, todo depende del tamaño de la barda y del dibujo que sea”, dijo “El Mata”.

Los tatuajes son otro de los elementos utilizados para identificarse, aunque no todos los integrantes necesariamente se ponen alguno por pertenecer a la pandilla, simplemente, es una especie de moda que se da con mayor frecuencia en estos grupos, “Algunos de los tatuajes sí tienen significado, otros son para causar miedo o para intimidar, en mi caso sí me arrepiento de haberme puesto algunos”, mencionó “el Kitty” que mostró una virgen de Guadalupe que le cubre parte de la espalda.

Entre las adicciones y las riñas

Una pandilla está conformada por siete o más personas, según expresaron los entrevistados, “Nosotros ahorita de los que estamos a diario aquí somos como 15, pero ya cuando hay broncas (peleas) nos juntamos todos y somos como 80 ó 100”.

En ocasiones los jóvenes que desean formar parte de alguna pandilla son sometidos a pruebas en lo que se puede considerar la iniciación, otros grupos omiten éste paso, “Para ser parte de nosotros no ocupas hacer nada, pero otros te piden que te pegues un brinke (riña) con los de la otra banda (…), a veces son más de diez contra uno solo y los han matado”, declararon.

La edad no representa una limitante para ingresar a este ámbito, la pandilla entrevistada tiene integrantes que van desde los 11 hasta los 40 años, “Aquél que trae la mona (Trozo de tela impregnado de algún producto químico inhalante como tiner) en la mano tiene 13 años, pero ya hace como 2 años que empezó”, mencionó “el Pearcing”, señalando a un adolescente que se drogaba sentado junto a la puerta de la casa donde se reúnen.

El consumo de drogas y alcohol son algo cotidiano para ellos, “Cuando yo empecé a consumir drogas apenas tenía 8 años, mis papás no me decían nada porque ellos hacían lo mismo, se puede decir que yo nací pandillero, pero para esto no hay edad (…), ahora que ya estoy grande me doy cuenta de que desperdicié mucho tiempo de mi vida”, declaro el “Punky” quien actualmente tiene 32 años de edad.

Los tipos de narcóticos que son más comunes en el consumo de una pandilla son el tiner y la marihuana, en base a su experiencia como consumidores, los de este grupo comentaron que les provocan diferentes reacciones, “Todo depende de qué tan débil sea tu cuerpo, unos alucinan y otros se alteran mucho o se relajan de más, pero eso se calma comiendo algo”.

De la escuela a los centros de rehabilitación y prisiones

La falta de atención de los padres hacia los hijos, y el desinterés de los jóvenes por la escuela, son algunos de los factores que los inducen al pandillerismo, “Yo la verdad me pinteaba las clases por andar con mis compas (amigos) hasta que me corrieron, era muy aburrido ir a la escuela”, señaló “El Pelón”.

Otros más agregaron que el ámbito en el que crecieron influyó bastante, “Hemos crecido entre la delincuencia y las drogas y pues esto era como un ejemplo para nosotros, también depende de la educación que te den en tu casa, la mía fue buena, pero eso a mí no me importó, decidí tomar este camino”.

Para los integrantes de pandillas, es común que las paredes de las aulas se reemplacen por largas temporadas de interinato en centros de rehabilitación, o en ocasiones la celda de alguna  prisión, ya sea por cometer algún delito, por ser incriminados y hasta por error, éstas son sólo algunas consecuencias por formar parte de una pandilla.

“El pelón”, quien ya pasó por una prisión señaló, “Yo estuve tres años en la cárcel, hasta eso que no me fue tan mal, pues creo vivía mejor haya adentro, aunque eso sí, ahí si la haces la pagas, si no te metes con nadie, nadie te hace nada”, pero además del arraigo padeció la indiferencia de sus seres queridos, “Mi familia, ellos no hicieron nada”.

Por otra parte, aquellos que han sido internados en centros de rehabilitación, tuvieron diferentes opiniones, “Muchos dicen que los tratan mal, que los golpean, pero para mí no fue así, me trataban muy bien, aparte te sientes identificado, como en tu espacio, por que todos han pasado por lo mismo que tú”, incluso, cabe mencionar, que muchas de las casas de rehabilitación son habilitadas por ex pandilleros o drogadictos que no quieren “Que otros vivan lo mismo que vive uno en las pandillas”.

La vida en las calles

La mayor actividad de las pandillas se da una vez que llega la noche entre robos, grafiti, riñas y drogadicción, que son de las actividades más comunes que realizan y son también las que les generan mayor problema, tanto personal como socialmente y por supuesto, con las autoridades, “Las patrullas nos han correteado, algunos vecinos nos han apedreado, o si nos topamos con otra pandilla pues ya se arma el brinke”.

Al formar parte de una pandilla, conseguir trabajo se convierte en una tarea sumamente complicada, pues aunque ellos quieran integrarse en alguna empresa, los principales obstáculos son su nivel de escolaridad, que por lo general sólo llega a la primaria o secundaria.

Además, la apariencia, sus tatuajes, su forma de hablar o de vestir se convierten en otro impedimento, “Yo trabajo de albañil, para eso no te ponen peros”, dijo “el Punky”. En tanto que “el Pearcing” dijo haber corrido con mejor suerte, pues lo contrataron como cobrador en una empresa, aunque para ello le pidieron cortar su cabello, cubrir sus tatuajes, mejorar su forma de vestir y quitarse los aretes y pearcing que acostumbra usar.

Quienes no consiguen colocarse en algún empleo, recurren a la delincuencia para obtener recursos, principalmente para adquirir la droga que consumen, pero también para cosas tan básicas como alimento o vestido, “Ahora sí que lo que me caiga, si es trabajo pues trabajo, si es robar, pues robar”, añadió otro de los entrevistados.

En otros casos, las cosas se van a los extremos, las pandillas pueden resultar insuficientes para sus integrantes y son reclutados por células del crimen organizado, “Nos da pesar que algunos que crecieron con nosotros ahora matan gente por mil o mil 200 pesos, son como sicarios mal pagados”, concluyó “el Pearcing”.

Incorporarse a una pandilla ha sido decisión de algunos, para otros una opción para sentirse integrados en algún grupo social o para escapar de las presiones de la vida diaria. Para ellos, la pandilla a la que pertenecen, es el equivalente a la familia para cualquiera de sus integrantes, la defienden y se cobijan a través de ella por igual.

Los llamados pandilleros se dicen conscientes de lo que forman y el papel que desempeñan dentro de la sociedad, no buscan aceptación pues para ellos ser pandillero es sinónimo de ser rechazado, los que no logran tener una vida productiva, bien pueden terminar en la cárcel, en un centro de rehabilitación, incluso muertos sobre el asfalto de alguna calle en la que pasaron la mayor parte de sus vidas.

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